Todos los días durante los últimos meses cada vez que abrimos un periódico, escuchamos o vemos las noticias nos encontramos con un común denominador: la desaceleración en la economía estadounidense y su relación con el crédito a nivel global. Esta crisis nace sobre todo por la naturaleza de los mercados modernos en donde la población demanda de los bancos el crédito para gastar el dinero que no tienen, y los bancos centrales respaldan la actuación de los intermediarios para llevar a cabo las actividades relacionadas con el crédito con base en sus respectivas políticas monetarias. Frente a lo anterior los mercados empezaron a presentar desafíos a dichas políticas por lo cual los Estados empezaron a coordinarse para enfrentar estos desafíos con los acuerdos de Basilea. El primer acuerdo de Basilea abordó la problemática de establecer un techo para el valor de los créditos que puede conceder una entidad bancaria en función de su propio capital. El segundo acuerdo trata de abordar la principal limitación del acuerdo de Basilea I la cual está relacionada con la definición de exposiciones de crédito, que dejaba a un lado un aspecto de vital importancia, la de la calidad crediticia relacionada con el riesgo bancario asumiendo una posición más rígida en cuanto a la vigilancia y la transparencia de los mercados del crédito.
Desde la perspectiva actual y desde mi particular punto de vista, Basilea II necesita una revisión y actualización, los bancos e intermediarios en general calientan el mercado con flujos de capital constante durante periodos cortos de tiempo, periodos durante los cuales el riesgo se incrementa día con día y para los bancos dejar transcurrir el tiempo sin un adecuado análisis de riesgos lleva a la Ley de Murphy que nos dice que si algo puede salir mal, saldrá mal. La Reserva Federal (FED) ha sido victimizada por esta ley, no bajó las tasas de interés a tiempo y no creyó que los créditos subprime influyeran de la manera que lo están haciendo en el consumo lo que ha sido un reflejo de la multicitada crisis global del crédito la cual parece no tener un cercano final.
Los líderes de los grandes bancos centrales no tienen la certeza de cómo recuperar la fe de los mercados internacionales. Proyectos han sido planteados a través de los últimos meses y ninguno ha presentado los resultados esperados por el público inversionista el cual, tal como mencioné en una publicación previa, entra en pánico ante la incertidumbre y no facilita la labor de los bancos centrales. Lo anterior presenta un problema de grandes dimensiones, los bancos, de acuerdo con cifras de Reuters, han pasado a pérdida activos por más de 125,000 millones de dólares sólo desde el mes de noviembre, lo cual se ve reflejado en el precio de las acciones. Esto último a largo plazo no me preocupa después de todo, la gente necesita de los bancos y éstos se recuperarán en cuanto la confianza de los inversionistas sea recuperada y los emprendedores retomen sus proyectos.
Ahora, para que esto último sea una realidad en la brevedad posible se deben renovar las políticas monetarias y redefinir el papel de los bancos centrales más allá de simples emisores de moneda y vigilantes de la inflación. De momento cada país ha tomado medidas a contener el problema a corto plazo, tenemos por ejemplo a Henry Paulson el actual secretario del Tesoro de los Estados Unidos quien durante la semana pasada planteó la opción y necesidad de darle más poderes a la FED; en nuestro país por su parte durante la Convención Bancaria, se expuso la problemática de diversificar los productos frente la competencia asumiendo riesgos innecesarios en este momento que podrían resultar perjudiciales a largo plazo; éstas soluciones y otras tantas que se han planteado deberían ser evaluadas con sumo cuidado en conjunto con toda la comunidad internacional, para evitar desatar crisis en el futuro para ello las políticas deben ser planteadas y asimiladas en un foro internacional con las grandes mentes financieras de nuestro tiempo llegando así, si no se dispone lo contrario, a convocar a un acuerdo similar a los de Basilea anteriormente citados.
domingo, 6 de abril de 2008
miércoles, 2 de abril de 2008
¿Tú qué opinas?
Hola a todos, los invito a que participemos activamente en este blog, publiquemos, escribámonos, critiquémonos, aprendamos, descubramos, expresémonos.
Se trata de decir lo que pensamos, de compartir lo que sabemos y de descubrir lo que no. Los invito a que compartan su punto de vista. Vamos a hacer de este blog un lugar de conocimiento y de discusión.
Todos están invitados, si ya eres escritor en este blog demuéstranos lo que sabes, si aún no lo eres envía un mail a imef.udlap@gmail.com pidiendo que te autoricen formar parte del grupo financiero más importante de la Universidad de las Américas Puebla.
Participa en la consolidación del IMEF UDLAP como el máximo expositor de las finanzas en nuestra universidad.
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El costo de los biocombustibles
El mundo se va a acabar, pero no se preocupen, nosotros nos vamos a acabar primero. Los biocombustibles pueden parecer para muchos como la solución ecológica al problema que la quema de combustibles fósiles (principalmente) ha provocado, pero nos hemos preguntado ¿a qué costo?
El problema que tenemos enfrente es meramente económico, el asunto es claro debido a que los beneficios por producir alimentos que se utilizan para la producción de combustibles son mayores a los percibidos por el cultivo de granos para el consumo "normal", lo que significa que tierras que antes se utilizaban para alimentar se empiezan a usar para mantener en movimiento a los transportes de este planeta, debido a esto es obvio que caerá la producción agrícola a menos que una de dos cosas pasen: que se le inyecte capital al campo para hacerlo más productivo o que se utilicen nuevas tierras (que suponen una productividad menor a la actual).
El nuevo problema es que para que se mantenga el nivel de producción agrícola deben de aumentar los incentivos, es decir, los precios. La justificación para afirmar esto es obvia, para que más capital llegue al campo se necesitan tasas de retorno más altas y para que les convenga a los agricultures comenzar a trabajar tierras menos productivas, el precio debe de ser más alto para mantener equilibrada la ecuación de las utilidades de la empresa agrícola, al caer el producto y al aumento de los costos.
Todo esto nos deja con dos opciones, gastar más en comida o tener hambre.
El Dr. Canziani (Nobel 2007) lo dijo hace poco, "Si producimos cereales, granos, caña de azúcar, sorgo, soja u otro vegetal para combustibles estamos impidiendo la sobrevivencia de seres semejantes" (BBC, en línea 2008). El doctor le da al clavo, cosechar para un coche es no cosechar para un hombre; se trata de dar energía a nuestra civilización, la disyuntiva es entre dársela a personas o a la economía.
No me malentiendan, soy razonablemente creyente de las leyes económicas que nos dicen que se encontrará el equilibrio, sin embargo es por esto mismo que me es difícil confiar en el futuro de cualquier bien que necesite ser subsidiado para que se consuma. El pretexto es, sin embargo, más ecológico y político que económico. Ecológico por que ya por un rato se nos ha dicho mucho que es mejor para la atmósfera (y por lo tanto para nosotros) el uso de biocombustibles que el de los tradicionales combustibles fósiles, pero la realidad es que esto no es completamente cierto, se sabe ya que las emisiones de CO2 no son significativamente menores como se creía. Por otro lado el factor político proviene principalmente de Estados Unidos, donde los candidatos le tiene pánico a aceptar la dependencia de su país por el petróleo, cosa por cierto que nadie duda, y en ese sentido se han pronunciado por buscar nuevas fuentes de energía aún sin considerar los verdaderos costos de estos energéticos.
Las alertas rojas están por empezar a prenderse,la carestía puede ser dramática, en México ya vimos el alza en el precio del bolillo y de la tortilla; sin embargo sólo es la punta del iceberg, si el aumento continúa provocará una inflación inevitable acompañada de un vuelco en la composición del gasto de la familia promedio, la tendencia de por si es obscura, el uso de biocombustibles en vez de ayudar está ennegreciendo el horizonte.
Muchas veces se deciden cuantificar unos costos y olvidar otros para hacer de una política, una conveniente a los ojos del público; pero obviar la inanición, eso no lo había oído.
(Publicado originalmente en http://huescarlos.blogspot.com/)
El problema que tenemos enfrente es meramente económico, el asunto es claro debido a que los beneficios por producir alimentos que se utilizan para la producción de combustibles son mayores a los percibidos por el cultivo de granos para el consumo "normal", lo que significa que tierras que antes se utilizaban para alimentar se empiezan a usar para mantener en movimiento a los transportes de este planeta, debido a esto es obvio que caerá la producción agrícola a menos que una de dos cosas pasen: que se le inyecte capital al campo para hacerlo más productivo o que se utilicen nuevas tierras (que suponen una productividad menor a la actual).
El nuevo problema es que para que se mantenga el nivel de producción agrícola deben de aumentar los incentivos, es decir, los precios. La justificación para afirmar esto es obvia, para que más capital llegue al campo se necesitan tasas de retorno más altas y para que les convenga a los agricultures comenzar a trabajar tierras menos productivas, el precio debe de ser más alto para mantener equilibrada la ecuación de las utilidades de la empresa agrícola, al caer el producto y al aumento de los costos.
Todo esto nos deja con dos opciones, gastar más en comida o tener hambre.
El Dr. Canziani (Nobel 2007) lo dijo hace poco, "Si producimos cereales, granos, caña de azúcar, sorgo, soja u otro vegetal para combustibles estamos impidiendo la sobrevivencia de seres semejantes" (BBC, en línea 2008). El doctor le da al clavo, cosechar para un coche es no cosechar para un hombre; se trata de dar energía a nuestra civilización, la disyuntiva es entre dársela a personas o a la economía.
No me malentiendan, soy razonablemente creyente de las leyes económicas que nos dicen que se encontrará el equilibrio, sin embargo es por esto mismo que me es difícil confiar en el futuro de cualquier bien que necesite ser subsidiado para que se consuma. El pretexto es, sin embargo, más ecológico y político que económico. Ecológico por que ya por un rato se nos ha dicho mucho que es mejor para la atmósfera (y por lo tanto para nosotros) el uso de biocombustibles que el de los tradicionales combustibles fósiles, pero la realidad es que esto no es completamente cierto, se sabe ya que las emisiones de CO2 no son significativamente menores como se creía. Por otro lado el factor político proviene principalmente de Estados Unidos, donde los candidatos le tiene pánico a aceptar la dependencia de su país por el petróleo, cosa por cierto que nadie duda, y en ese sentido se han pronunciado por buscar nuevas fuentes de energía aún sin considerar los verdaderos costos de estos energéticos.
Las alertas rojas están por empezar a prenderse,la carestía puede ser dramática, en México ya vimos el alza en el precio del bolillo y de la tortilla; sin embargo sólo es la punta del iceberg, si el aumento continúa provocará una inflación inevitable acompañada de un vuelco en la composición del gasto de la familia promedio, la tendencia de por si es obscura, el uso de biocombustibles en vez de ayudar está ennegreciendo el horizonte.
Muchas veces se deciden cuantificar unos costos y olvidar otros para hacer de una política, una conveniente a los ojos del público; pero obviar la inanición, eso no lo había oído.
(Publicado originalmente en http://huescarlos.blogspot.com/)
martes, 1 de abril de 2008
El Derecho como instrumento en los mercados modernos.
Monsieur Talleyrand en una ocasión hizo una observación bastante acertada la cual nos dice que “las pasiones paralizan la actividad de una nación, destruyen las riquezas del trabajo… las verdaderas victorias son las de la agricultura, el comercio y la industria, las de la civilización, dispensadoras de la dicha de los pueblos”. Estas sabias palabras a mi parecer son atemporales y relacionadas con el papel del Derecho en las economías modernas, a continuación expongo porque.
En primer lugar es bien sabido que el desarrollo de las grandes civilizaciones ha partido del abandono de la autarquía característica de la gestación de las mismas para llevar a cabo proyecciones similares a las de Egipto, China, Roma entre otras; sin pretender abarcar el desarrollo de las mismas en el presente y con el objeto de seguir adelante vemos que las palabras del príncipe de Benevento se ajustan perfectamente al común denominador de todo desarrollo humano, pero todo este desarrollo se ve opacado cuando las pasiones humanas se interponen con estas características “dispensadoras de la dicha de los pueblos”. Lo anterior nos presenta un problema que la mayoría resuelve mirando hacia los números que reflejan semejantes conductas, tratando de anticipar el desenlace de la circunstancia que enfrentan en ese momento en particular, después de todo la imaginación bajo esas condiciones de incertidumbre se excita y agrega ceros, estas conductas impulsivas solo se reflejan en los números cuando los resultados ya han afectado al mercado, los mismos son un reflejo del desenlace. En relación con esto se ha tratado de intervenir en las fuerzas que mueven a los mercados, las cuales en esencia encuentran su fuente en las pasiones y necesidades humanas, éstas últimas son materia de la Economía, las primeras que son las que presentan la problemática planteada anteriormente en esencia ocupan al Derecho, ya que desde su nacimiento su función ha sido regular la conducta del hombre en sociedad y en todos los ámbitos que el mismo se relaciona con sus semejantes, para tal efecto ha ido ramificándose a través del tiempo adecuándose a los escenarios que plantea el desarrollo humano, de ahí el nacimiento del Derecho de la Propiedad Intelectual, Derecho Laboral, Derecho Mercantil, Derecho Bancario, Bursátil, Financiero, etc… Estas últimas materias son de vital importancia en nuestro contexto histórico ya que regulan un mundo donde las formas de hacer dinero se han ido especializando partiendo de bienes tangibles hasta bienes intangibles los cuales siguen evolucionando para adecuarse a las necesidades de los inversionistas, un mundo en donde sólo el 8% de las operaciones comerciales se siguen llevando a cabo con papel moneda o moneda metálica, y en donde las palabras de una persona hacen que los mercados tiemblen. Este conjunto de características y modalidades comerciales características de los últimos años permite una innumerable cantidad de transacciones entre particulares de diversos Estados, inclusive el Estado interactuando al mismo nivel de los particulares, por lo tanto dichas operaciones deben ser protegidas de manera imperativa ya que debido a la gran dependencia relacionada entre los mercados internacionales y el escaso contacto físico característico de la intermediación bursátil y financiera en general un pequeño error puede desatar el pánico, podemos ver un ejemplo bastante cercano a nuestro contexto histórico: durante el 2007 y lo que llevamos del 2008, los temores de los inversionistas fundamentado en la crisis hipotecaria, temores relacionados a la desaceleración económica en los Estados Unidos y un desenlace esperado similar al de las crisis de 1981, 1990 y 2001 ha traído como resultado una atenuación en la situación del crédito a nivel mundial y una caída del dólar frente a otras monedas a nivel global, situación la cual es grave ya que una moneda fuerte es siempre el indicador de salud de un Estado a su nivel interno abarcando la actividad de los oficios, la obediencia de las leyes y la fiscalidad.
Ahora, aunque el Derecho tenga como finalidad establecer conductas ideales para los elementos componentes de su respectiva sociedad sede, los mercados operan en base a sus propias fuerzas y modelos, salvo pocas excepciones dichas leyes son de aplicación universal, los intentos de crear un sistema a través de la historia para contener y tratar de limitar a la naturaleza de los mercados han sido de una práctica breve y obsoleta, por lo que nuestra labor se debería limitar a interpretar las señales de los mercados y en el caso particular de los que han elegido la rama del derecho para participar en el juego actual de la economía y finanzas internacionales no nos queda más que enfocarnos a impulsar, más no limitar las fuerzas del mercado, debiendo adecuarse a nuestro entorno y entenderlo para poder asesorar y permitir que aquéllas personas a quienes asesoran entiendan no sólo los números detrás de cada muestra, de cada estadística sino el escenario completo, abarcando el escenario fiscal, índices de desempleo y leyes que puedan perjudicar directa o indirectamente el patrimonio del inversionista; el multicitado Charles Maurice de Talleyrand Perigord tuvo esa visión a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, siempre defendió la apertura comercial y lo relaciono con la paz entre las naciones (sobre todo con Inglaterra) siempre y cuando las pasiones humanas se dejaran a un lado, el mismo lo ponía en práctica al especular con terrenos en el Nuevo Mundo durante su destierro, terrenos que nadie quería debido a su “estado salvaje” los cuales a largo plazo dieron grandes rendimientos a sus “impulsivos” propietarios.
Ante todo eso yo diría que tomando en cuenta los presentes acontecimientos deberíamos tomar semejante actitud de estoicismo y ser pacientes, no dejarse llevar por el pánico que corroe a aquéllos inversionistas que corrieron riesgos y perdieron, el mercado no caerá de manera permanente y siempre habrá oportunidad para aquellos que aprovechen las oportunidades que dejan a aquéllos que huyen por el temor a perderlo todo. Existen las instituciones para mantener una economía saludable a largo plazo bajo las cuales, el Derecho, puede asesorar e intentar darle a la sociedad una visión completa del panorama para que pueda llevar a cabo inversiones seguras sin caer en el temor y poder ver más allá para tener un paso adelante en relación con los demás participantes del juego siendo pragmáticos en el escenario legal como la reforma fiscal; en el laboral, como el efecto de la huelgas en el precio de minerales como el oro; y finalmente el escenario social en su conjunto, así que, inversionistas, es tiempo de dirigir la mirada hacia las oportunidades que dejan atrás los cambios y los timoratos.
Sólo me queda concluir que la propia complejidad de los mercados modernos no ha sido asimilada de la manera correcta, el Derecho en sí no puede limitar las fuerzas del mercado solo encausarlas e impulsarlas hacia un desarrollo saludable para que cada Estado tenga su dosis de dicha, para que cada Estado tenga la visión para crear las instituciones adecuadas para crear un ambiente de seguridad para la inversión, un ambiente de desarrollo sin temor al neoliberalismo, un ambiente dentro del cual los particulares, como usted estimado lector, tengan certeza de los derechos de propiedad; por su parte éstos tendrán que ser pacientes, invertir de forma fría y calmada, y estar concientes que jugamos en un nuevo mundo con nuevas reglas en el cual, en el caso de nuestro país, apenas nos estamos percatando. No tengamos miedo de las fuerzas de los mercados actuales, seamos partícipes de la dicha que los mismos traen cuando se les conoce y acepta, y tal como el príncipe Talleyrand hizo siglos atrás confiado en la salud a nivel interno de su Francia natal y en la armonía que traen consigo las relaciones comerciales entre los Estados, a invertir y cuidado, la imaginación se excita y agrega ceros.
En primer lugar es bien sabido que el desarrollo de las grandes civilizaciones ha partido del abandono de la autarquía característica de la gestación de las mismas para llevar a cabo proyecciones similares a las de Egipto, China, Roma entre otras; sin pretender abarcar el desarrollo de las mismas en el presente y con el objeto de seguir adelante vemos que las palabras del príncipe de Benevento se ajustan perfectamente al común denominador de todo desarrollo humano, pero todo este desarrollo se ve opacado cuando las pasiones humanas se interponen con estas características “dispensadoras de la dicha de los pueblos”. Lo anterior nos presenta un problema que la mayoría resuelve mirando hacia los números que reflejan semejantes conductas, tratando de anticipar el desenlace de la circunstancia que enfrentan en ese momento en particular, después de todo la imaginación bajo esas condiciones de incertidumbre se excita y agrega ceros, estas conductas impulsivas solo se reflejan en los números cuando los resultados ya han afectado al mercado, los mismos son un reflejo del desenlace. En relación con esto se ha tratado de intervenir en las fuerzas que mueven a los mercados, las cuales en esencia encuentran su fuente en las pasiones y necesidades humanas, éstas últimas son materia de la Economía, las primeras que son las que presentan la problemática planteada anteriormente en esencia ocupan al Derecho, ya que desde su nacimiento su función ha sido regular la conducta del hombre en sociedad y en todos los ámbitos que el mismo se relaciona con sus semejantes, para tal efecto ha ido ramificándose a través del tiempo adecuándose a los escenarios que plantea el desarrollo humano, de ahí el nacimiento del Derecho de la Propiedad Intelectual, Derecho Laboral, Derecho Mercantil, Derecho Bancario, Bursátil, Financiero, etc… Estas últimas materias son de vital importancia en nuestro contexto histórico ya que regulan un mundo donde las formas de hacer dinero se han ido especializando partiendo de bienes tangibles hasta bienes intangibles los cuales siguen evolucionando para adecuarse a las necesidades de los inversionistas, un mundo en donde sólo el 8% de las operaciones comerciales se siguen llevando a cabo con papel moneda o moneda metálica, y en donde las palabras de una persona hacen que los mercados tiemblen. Este conjunto de características y modalidades comerciales características de los últimos años permite una innumerable cantidad de transacciones entre particulares de diversos Estados, inclusive el Estado interactuando al mismo nivel de los particulares, por lo tanto dichas operaciones deben ser protegidas de manera imperativa ya que debido a la gran dependencia relacionada entre los mercados internacionales y el escaso contacto físico característico de la intermediación bursátil y financiera en general un pequeño error puede desatar el pánico, podemos ver un ejemplo bastante cercano a nuestro contexto histórico: durante el 2007 y lo que llevamos del 2008, los temores de los inversionistas fundamentado en la crisis hipotecaria, temores relacionados a la desaceleración económica en los Estados Unidos y un desenlace esperado similar al de las crisis de 1981, 1990 y 2001 ha traído como resultado una atenuación en la situación del crédito a nivel mundial y una caída del dólar frente a otras monedas a nivel global, situación la cual es grave ya que una moneda fuerte es siempre el indicador de salud de un Estado a su nivel interno abarcando la actividad de los oficios, la obediencia de las leyes y la fiscalidad.
Ahora, aunque el Derecho tenga como finalidad establecer conductas ideales para los elementos componentes de su respectiva sociedad sede, los mercados operan en base a sus propias fuerzas y modelos, salvo pocas excepciones dichas leyes son de aplicación universal, los intentos de crear un sistema a través de la historia para contener y tratar de limitar a la naturaleza de los mercados han sido de una práctica breve y obsoleta, por lo que nuestra labor se debería limitar a interpretar las señales de los mercados y en el caso particular de los que han elegido la rama del derecho para participar en el juego actual de la economía y finanzas internacionales no nos queda más que enfocarnos a impulsar, más no limitar las fuerzas del mercado, debiendo adecuarse a nuestro entorno y entenderlo para poder asesorar y permitir que aquéllas personas a quienes asesoran entiendan no sólo los números detrás de cada muestra, de cada estadística sino el escenario completo, abarcando el escenario fiscal, índices de desempleo y leyes que puedan perjudicar directa o indirectamente el patrimonio del inversionista; el multicitado Charles Maurice de Talleyrand Perigord tuvo esa visión a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, siempre defendió la apertura comercial y lo relaciono con la paz entre las naciones (sobre todo con Inglaterra) siempre y cuando las pasiones humanas se dejaran a un lado, el mismo lo ponía en práctica al especular con terrenos en el Nuevo Mundo durante su destierro, terrenos que nadie quería debido a su “estado salvaje” los cuales a largo plazo dieron grandes rendimientos a sus “impulsivos” propietarios.
Ante todo eso yo diría que tomando en cuenta los presentes acontecimientos deberíamos tomar semejante actitud de estoicismo y ser pacientes, no dejarse llevar por el pánico que corroe a aquéllos inversionistas que corrieron riesgos y perdieron, el mercado no caerá de manera permanente y siempre habrá oportunidad para aquellos que aprovechen las oportunidades que dejan a aquéllos que huyen por el temor a perderlo todo. Existen las instituciones para mantener una economía saludable a largo plazo bajo las cuales, el Derecho, puede asesorar e intentar darle a la sociedad una visión completa del panorama para que pueda llevar a cabo inversiones seguras sin caer en el temor y poder ver más allá para tener un paso adelante en relación con los demás participantes del juego siendo pragmáticos en el escenario legal como la reforma fiscal; en el laboral, como el efecto de la huelgas en el precio de minerales como el oro; y finalmente el escenario social en su conjunto, así que, inversionistas, es tiempo de dirigir la mirada hacia las oportunidades que dejan atrás los cambios y los timoratos.
Sólo me queda concluir que la propia complejidad de los mercados modernos no ha sido asimilada de la manera correcta, el Derecho en sí no puede limitar las fuerzas del mercado solo encausarlas e impulsarlas hacia un desarrollo saludable para que cada Estado tenga su dosis de dicha, para que cada Estado tenga la visión para crear las instituciones adecuadas para crear un ambiente de seguridad para la inversión, un ambiente de desarrollo sin temor al neoliberalismo, un ambiente dentro del cual los particulares, como usted estimado lector, tengan certeza de los derechos de propiedad; por su parte éstos tendrán que ser pacientes, invertir de forma fría y calmada, y estar concientes que jugamos en un nuevo mundo con nuevas reglas en el cual, en el caso de nuestro país, apenas nos estamos percatando. No tengamos miedo de las fuerzas de los mercados actuales, seamos partícipes de la dicha que los mismos traen cuando se les conoce y acepta, y tal como el príncipe Talleyrand hizo siglos atrás confiado en la salud a nivel interno de su Francia natal y en la armonía que traen consigo las relaciones comerciales entre los Estados, a invertir y cuidado, la imaginación se excita y agrega ceros.
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