Monsieur Talleyrand en una ocasión hizo una observación bastante acertada la cual nos dice que “las pasiones paralizan la actividad de una nación, destruyen las riquezas del trabajo… las verdaderas victorias son las de la agricultura, el comercio y la industria, las de la civilización, dispensadoras de la dicha de los pueblos”. Estas sabias palabras a mi parecer son atemporales y relacionadas con el papel del Derecho en las economías modernas, a continuación expongo porque.
En primer lugar es bien sabido que el desarrollo de las grandes civilizaciones ha partido del abandono de la autarquía característica de la gestación de las mismas para llevar a cabo proyecciones similares a las de Egipto, China, Roma entre otras; sin pretender abarcar el desarrollo de las mismas en el presente y con el objeto de seguir adelante vemos que las palabras del príncipe de Benevento se ajustan perfectamente al común denominador de todo desarrollo humano, pero todo este desarrollo se ve opacado cuando las pasiones humanas se interponen con estas características “dispensadoras de la dicha de los pueblos”. Lo anterior nos presenta un problema que la mayoría resuelve mirando hacia los números que reflejan semejantes conductas, tratando de anticipar el desenlace de la circunstancia que enfrentan en ese momento en particular, después de todo la imaginación bajo esas condiciones de incertidumbre se excita y agrega ceros, estas conductas impulsivas solo se reflejan en los números cuando los resultados ya han afectado al mercado, los mismos son un reflejo del desenlace. En relación con esto se ha tratado de intervenir en las fuerzas que mueven a los mercados, las cuales en esencia encuentran su fuente en las pasiones y necesidades humanas, éstas últimas son materia de la Economía, las primeras que son las que presentan la problemática planteada anteriormente en esencia ocupan al Derecho, ya que desde su nacimiento su función ha sido regular la conducta del hombre en sociedad y en todos los ámbitos que el mismo se relaciona con sus semejantes, para tal efecto ha ido ramificándose a través del tiempo adecuándose a los escenarios que plantea el desarrollo humano, de ahí el nacimiento del Derecho de la Propiedad Intelectual, Derecho Laboral, Derecho Mercantil, Derecho Bancario, Bursátil, Financiero, etc… Estas últimas materias son de vital importancia en nuestro contexto histórico ya que regulan un mundo donde las formas de hacer dinero se han ido especializando partiendo de bienes tangibles hasta bienes intangibles los cuales siguen evolucionando para adecuarse a las necesidades de los inversionistas, un mundo en donde sólo el 8% de las operaciones comerciales se siguen llevando a cabo con papel moneda o moneda metálica, y en donde las palabras de una persona hacen que los mercados tiemblen. Este conjunto de características y modalidades comerciales características de los últimos años permite una innumerable cantidad de transacciones entre particulares de diversos Estados, inclusive el Estado interactuando al mismo nivel de los particulares, por lo tanto dichas operaciones deben ser protegidas de manera imperativa ya que debido a la gran dependencia relacionada entre los mercados internacionales y el escaso contacto físico característico de la intermediación bursátil y financiera en general un pequeño error puede desatar el pánico, podemos ver un ejemplo bastante cercano a nuestro contexto histórico: durante el 2007 y lo que llevamos del 2008, los temores de los inversionistas fundamentado en la crisis hipotecaria, temores relacionados a la desaceleración económica en los Estados Unidos y un desenlace esperado similar al de las crisis de 1981, 1990 y 2001 ha traído como resultado una atenuación en la situación del crédito a nivel mundial y una caída del dólar frente a otras monedas a nivel global, situación la cual es grave ya que una moneda fuerte es siempre el indicador de salud de un Estado a su nivel interno abarcando la actividad de los oficios, la obediencia de las leyes y la fiscalidad.
Ahora, aunque el Derecho tenga como finalidad establecer conductas ideales para los elementos componentes de su respectiva sociedad sede, los mercados operan en base a sus propias fuerzas y modelos, salvo pocas excepciones dichas leyes son de aplicación universal, los intentos de crear un sistema a través de la historia para contener y tratar de limitar a la naturaleza de los mercados han sido de una práctica breve y obsoleta, por lo que nuestra labor se debería limitar a interpretar las señales de los mercados y en el caso particular de los que han elegido la rama del derecho para participar en el juego actual de la economía y finanzas internacionales no nos queda más que enfocarnos a impulsar, más no limitar las fuerzas del mercado, debiendo adecuarse a nuestro entorno y entenderlo para poder asesorar y permitir que aquéllas personas a quienes asesoran entiendan no sólo los números detrás de cada muestra, de cada estadística sino el escenario completo, abarcando el escenario fiscal, índices de desempleo y leyes que puedan perjudicar directa o indirectamente el patrimonio del inversionista; el multicitado Charles Maurice de Talleyrand Perigord tuvo esa visión a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, siempre defendió la apertura comercial y lo relaciono con la paz entre las naciones (sobre todo con Inglaterra) siempre y cuando las pasiones humanas se dejaran a un lado, el mismo lo ponía en práctica al especular con terrenos en el Nuevo Mundo durante su destierro, terrenos que nadie quería debido a su “estado salvaje” los cuales a largo plazo dieron grandes rendimientos a sus “impulsivos” propietarios.
Ante todo eso yo diría que tomando en cuenta los presentes acontecimientos deberíamos tomar semejante actitud de estoicismo y ser pacientes, no dejarse llevar por el pánico que corroe a aquéllos inversionistas que corrieron riesgos y perdieron, el mercado no caerá de manera permanente y siempre habrá oportunidad para aquellos que aprovechen las oportunidades que dejan a aquéllos que huyen por el temor a perderlo todo. Existen las instituciones para mantener una economía saludable a largo plazo bajo las cuales, el Derecho, puede asesorar e intentar darle a la sociedad una visión completa del panorama para que pueda llevar a cabo inversiones seguras sin caer en el temor y poder ver más allá para tener un paso adelante en relación con los demás participantes del juego siendo pragmáticos en el escenario legal como la reforma fiscal; en el laboral, como el efecto de la huelgas en el precio de minerales como el oro; y finalmente el escenario social en su conjunto, así que, inversionistas, es tiempo de dirigir la mirada hacia las oportunidades que dejan atrás los cambios y los timoratos.
Sólo me queda concluir que la propia complejidad de los mercados modernos no ha sido asimilada de la manera correcta, el Derecho en sí no puede limitar las fuerzas del mercado solo encausarlas e impulsarlas hacia un desarrollo saludable para que cada Estado tenga su dosis de dicha, para que cada Estado tenga la visión para crear las instituciones adecuadas para crear un ambiente de seguridad para la inversión, un ambiente de desarrollo sin temor al neoliberalismo, un ambiente dentro del cual los particulares, como usted estimado lector, tengan certeza de los derechos de propiedad; por su parte éstos tendrán que ser pacientes, invertir de forma fría y calmada, y estar concientes que jugamos en un nuevo mundo con nuevas reglas en el cual, en el caso de nuestro país, apenas nos estamos percatando. No tengamos miedo de las fuerzas de los mercados actuales, seamos partícipes de la dicha que los mismos traen cuando se les conoce y acepta, y tal como el príncipe Talleyrand hizo siglos atrás confiado en la salud a nivel interno de su Francia natal y en la armonía que traen consigo las relaciones comerciales entre los Estados, a invertir y cuidado, la imaginación se excita y agrega ceros.
martes, 1 de abril de 2008
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